Una foto mía y un pequeño manifiesto (porque yo lo valgo)

Como os podreís imaginar, son muchas, muchísimas las fotos que tenemos de las vacaciones. Las cámaras digitales es lo que tienen, que te pones a tirar y a tirar y no cansas... Siempre buscando una foto mejor que la anterior. Bien, pues como también os habréis imaginado, tenía un montón de fotos en las que no se me veía el cuerpo entero, o de perfil... vamos, hablando claro, que no tenía porque enseñaros LA BARRIGA.


Ya sé que muchas me diréis que  no es para tanto, pero esa barriga que veis ahí, nunca estuvo hasta ahora, y no creais, que al principio me ha costado aceptarla. Pero os la enseño porque por fin puedo decir que estoy orgullosa de ella. Esa barriga salió después de mi segundo embarazo, es la marca que me dejó (bueno, y supongo que estar a mitad de la treintena también influye) y entenderéis que por eso no me avergüenza. Estoy harta de ver cuerpos tratados con photoshop (o cirujía) que intentan esconder las marcas que el tiempo y la vida nos deja en el cuerpo. Estoy orgullosa de mi barriga porque es el fruto de algo tan maravilloso como tener la capacidad de traer al mundo otra vida, de poder hacerlo con el hombre al que quiero. ¿Por qué lo voy a esconder? ¿Por qué me quieren vender esos cuerpos que no hay quien se los crea? Gisele Bundchen (o como se escriba) hay tres en el mundo, el resto tenemos flacidez, celutitis y patas de gallo, pero es lo natural.

Tengo casi 36 años, soy madre, no tengo tiempo ni ganas de ir al gimnasio y este es el resultado natural del paso del tiempo. Y lo bueno es estar aquí para contarlo. Y al que no le guste que no mire.